miércoles, 22 de agosto de 2012

FLORENCIO MARKIEGI OLAZABAL


FLORENCIO MARKIEGI OLAZABAL

75 Aniversario de la muerte de un alcalde demócrata.

El próximo 15 de octubre se cumplirá el 75 aniversario de la muerte de un debarra muy especial. Muy especial, porque además de alcalde de Deba fue un ejemplo de honestidad, de compromiso con su pueblo y de lucha por las libertades de Euskal Herria. Sirvan estas líneas, publicadas en fechas tan festivas, para recordar y honrar la memoria de un hombre que lo dio todo por su patria, incluso su propia vida.


Cuando el verano de 1934 nace el movimiento municipalista vasco formado por alcaldes vascos, abertzales y republicanos, Markiegi es uno de sus promotores. Este movimiento daría vida a la denominada Comisión Municipal Vascongada, germen de lo que muchas décadas después sería EUDEL (Asociación de Municipios Vascos). Sus inquietudes político-culturales, incluso le llevarían a crear en Deba la “Escuela Vasca”, algo novedoso por entonces y que también con el tiempo cobraría vida en las ikastolas.
   
Cuando el 18 de julio de 1936 estalló la Guerra Civil, Florencio Markiegi era alcalde de Deba y miembro destacado del Euzkadi Buru Batzar y del Gipuzko Buru Batzar del PNV.

Poco antes de la entrada de las tropas franquistas en Deba, el 23 de septiembre de 1936, había abandonado la villa con su familia, dirigiéndose a Bizkaia desde donde, a bordo de un buque de guerra inglés, consiguió enviar a Iparralde a su esposa, Maritxu Garate, y a sus hijas Itziar, Lore y Nekane.


El matrimonio Markiegi-Olazabal con sus seis hijos, tres de ellos religiosos. Florencio y Joseba morirían fusilados, Peli se vería obligado a partir al exilio en Argentina, pais donde moriría.
Reunión de políticos vascos bajo el árbol de Gernika. Markiegi, de pie con traje claro, es el sexto por la derecha.

Ese mismo año, el 21 de octubre, su hermano Joseba, sacerdote diocesano, era fusilado por los rebeldes fascistas en Oiartzun junto a otros dos sacerdotes: José Joaquín Arin y Leonardo Guridi. Los tres habían sido detenidos en Arrasate donde ejercían su labor pastoral en la iglesia parroquial de esa localidad. El gran “delito” de estos había sido el de trabajar en pro de la cultura euskaldun.

Tras la rendición del ejercito vasco en Santoña, Florencio fue hecho prisionero e internado en la prisión de El Dueso donde, tras ser juzgado, fue condenado a muerte.

Había sido acusado de ser alcalde de Deba durante el “periodo separatista”, es decir, durante la rebelión municipalista de los veranos del 34 y del 36. Según rezaba la rocambolesca sentencia, estos hechos constituían “ un delito de adhesión a la rebelión, penado y definido en el párrafo segundo del artículo 238 en relación con el 237 del Código de Justicia Militar, con el agravante de peligrosidad definido en el artículo 173 del mismo cuerpo legal».

La sentencia se cumplió al amanecer del 15 de octubre de 1937, día de Santa Teresa, en la playa de Berria, en Santoña. Tenía 39 años.

Junto a él fueron ejecutados trece compañeros de diversas ideologías políticas; entre ellos se encontraba un general republicano, militante comunista y jefe de la 1ª Brigada del Ejercito de Euskadi. Se llamaba  Francisco Rabaneda Postigo y era padre del pasaitarra Francisco Rabaneda Cuervo, años después, prestigioso modisto, más conocido como Paco Rabanne.

Markiegi un hombre de profundas creencias religiosas y gran integridad moral, fue paradójicamente condenado cuando su mayor delito había sido interceder para salvar la vida de numerosas personas partidarias del bando rebelde.

Equipo de fútbol del Lagun Artea, primer equipo debarra donde también militó Florencio Markiegi (de pie, 5º por la derecha).

Poco antes de su ejecución el alcalde debarra envió tres notas de despedida, una de ellas dirigida a los “Patriotas de Deba”. En ésta quedaban reflejadas las convicciones religiosas de Markiegi, así como el profundo amor por su familia y su patria. Éste fue su último mensaje dirigido a los debarras:


“Patriotas de Deba:

Después de ofrecer por Dios a la patria estos padecimientos, he aquí como premio una hermosa muerte. ¿Qué más puede pedir un hombre creyente?

Mi querida familia, esposa e hijas…los padres… ¡si no fuera por el entristecimiento que me produce su recuerdo, qué día más feliz el de hoy!.

Seguid firmes, muchachos, en el camino emprendido; además, Euzkadi será pronto libre (…) Yo me voy, pero quedáis vosotros. Firmes siempre, y sea todo en nombre de Dios. Agur.

Florencio de Markiegi"


A las pocas horas del fusilamiento, Juan Ajuriaguerra, dirigente peneuvista encarcelado también en El Dueso, escribía  la siguiente nota: "La muerte de estos nacionalistas ha sido ejemplar. Dirigidos con un temple magnífico por Markiegi han caído al grito de Gora Euzkadi Askatuta coreado por un grito de Viva España del pelotón que los apuntaba". El testimonio lo había recogido del capellán militar que admirado e impresionado por la entereza de Markiegi y sus compañeros asistió a éstos en los últimos momentos.

El 8 de diciembre de 1937, poco después de su muerte, gracias a la gestión de su hermana monja y del obispo de Santander, el azkoitiarra José Eguino Treku, el cuerpo de Markiegi fue exhumado y trasladado a Deba, en cuyo  cementerio reposa tal y como a él le hubiese gustado: junto a sus vecinos, como un debarra más.

Desde aquí, nuestro homenaje y nuestro más cariñoso recuerdo a él, a su hermano Joseba y a todos los debarras que, como él, murieron por querer alcanzar un sueño de libertad.

Boda de Florencio Markiegi y Maritxu Garate, en el santuario de Itziar.


Fotografías: Familia Berasaluze - Markiegi. 

Articulo, oiriginalmente editado en el programa de fiestas de Deba, Agosto de 2012.

TXOMIN TXUEKA


TXOMIN TXUEKA

LAS DOS CARAS DE UN FOTÓGRAFO

 

Cuando después de dar mil y una vueltas al mundo pensé que lo había visto todo, estaba equivocado. Entre el muy amplio abanico de curiosos y variopintos personajes partícipes en mi recorrido vital, había casi de todo. La lista era larga: torturadores argentinos, revolucionarios jomeinistas, un par de archiduquesas cuyo regio abuelo utilizaba txapela roja en la guerra y negra en casa, un georgiano mas abertzale que Sabino Arana, un medio mafioso  siciliano ciego, manco y con complejo de Corleone, algún cura agnóstico, prostitutas devotas, monjas sin vocación, unos pocos santos, y muchos demonios.
Pero jamás había conocido al fotógrafo de dos caras, ni visto las dos caras de un fotógrafo.

El día en que conocí a Txomin Txueka, tras escuchar sus relatos y contemplar parte de su obra, llegué a la conclusión de que tenía ante mí a todo un personaje. Su personalidad mostraba la poco común impronta del verdadero artista. Su carácter me recordaba a alguien, pero no sabía a quién. Llegué a la conclusión de que en Txomin se encarnaban el ingenio del gran Daguerre, el espíritu aventurero de su paisano Elkano, y el romanticismo del socialmente comprometido misionero jesuita en la Amazonia.

Txueka y su fotografía son el contraste de la cara y la cruz, del alfa y del omega, de la placidez y del riesgo, del mar y de la tierra, de la paz y de la guerra, de la vida y de la muerte. Pero ante tanta disparidad, el objetivo de su cámara Leica siempre apunta al alma del ser humano, a la cruda realidad del día a día, al trabajo por la subsistencia y a la lucha por la defensa de la libertad y de la vida.

Esa inquietud suya por ser testigo en primera línea de acontecimientos clave, es la culpable de que su seguridad más de una vez se haya situado justo en el filo de la navaja. Todavía recuerdo con gracia cuando me comentaba su viaje a Palestina. Su intención era realizar un reportaje sobre el jeque Ahmed Yassin, líder espiritual y fundador de la organización Hamas. Como siempre, iba por libre, sin nada planificado, sin contactos.

Ante mi pregunta de si llevaba acreditación de alguna agencia internacional de prensa, sacando su cartera me mostró un carné que escrito en euskera decía “Asociación de Fotógrafos de Prensa de Euskal Herria”.

Y mirándome a la cara me respondió: ¡Esta es mi acreditación!.

Admirado y movido por la curiosidad insistí: Pero Txomin..., cuando pudiste acceder en exclusiva al casi inaccesible Yassin, ¿En qué idioma le hablabas?, ¿En qué idioma te hablaba?

Y fijando sus ojos en los mios, me respondió con toda naturalidad: Yo le hablaba en euskera, y él me respondía en árabe. Nos entendíamos perfectamente.

Fue entonces cuando recordé un pasaje bíblico referente a los Apóstoles, “Cada uno les oía hablar en su propia lengua”, y cuando comprendí que el de Getaria tenía el mismo don que aquellos santos predicadores de hace dos mil años: el don de lenguas.

La fe, el arrojo y la voluntad pueden con todo.  

Editado en la revista Amalur, ejemplar nº 3, en octubre de 2006.

PABLO SOROZABAL

  PABLO SOROZABAL

Y el patriótico origen de la Marcha de Deba

Retrato de Pablo Sorozabal. Realizado en Deba por el fotógrafo Hilario Allica.
La primera relación del compositor donostiarra Pablo Sorozabal con la villa de Deba se inició a comienzos de la década de mil novecientos cincuenta. Fue cierto día de verano cuando llegó junto a su esposa, la cantante y actriz Enriqueta Serrano, para que ésta fuese recibida por el doctor Vidriero, un médico madrileño que la trataba en Madrid y que durante los veranos residía en Deba.

Tanto debió gustarle Deba al gran maestro que tomó la decisión de comprar el chalet situado junto al del Doctor Vidriero y residir en esta población durante largas temporadas.

Panorámica de la playa de Deba, población donde pasaba largas temporadas temporada el matrimonio formado por Pablo Sorozabal y Enriqueta Serrano.
En poco tiempo Sorozabal quedó totalmente integrado en la vida social debarra, haciendo grandes amigos, especialmente entre los miembros de la sociedad Ozio-Bide a quienes en 1956 dedicó la “Marcha de Deva”.

Pero en realidad el nacimiento de aquella marcha había tenido lugar muchos años antes, concretamente en 1936 y en Madrid, ciudad donde residía.

Según el propio Sorozabal la primera partitura, compuesta en su origen para ser interpretada con txistu, fue concebida en honor de las “milicias vascas” que en aquel momento se batían en Madrid en las trincheras de la Ciudad Universitaria y barrio de Moncloa. Aquella primera partitura fue bautizada con el título de “ Eusko-Indarra”. Poco después la partitura original fue instrumentada y rebautizada, pasando a titularse “Euskadi libre”.

Miembros de las Milicias Vascas, en el frente de Moncloa en Madrid. En honor a ellos, fue compuesta la obra que incialmente se tituló "Eusko-Indarra" y más tarde "Euskadi Libre", para finalmente ser titulada y conocida como "Marcha de Deba".
Según narra en sus memorias, en 1937 Sorozabal conoció en Valencia al pintor vasco Aurelio Arteta e invitó a éste a acudir a Madrid para presenciar el ensayo de la Banda Municipal de la que era director. La marcha “Euskadi libre” fue ejecutada en aquel ensayo y Arteta, emocionado, dedicó a Sorozabal una pintura expresamente realizada para que sirviese de carátula del disco que iba a recoger la magistral marcha. Según palabras de Sorozabal “la pintura representaba un desfile de gudaris a cuyo frente marchaba una muchacha portando una ikurriña”…

Ni marcha ni carátula llegaron a editarse. Sorozabal sabiendo que los fascistas irían a por él, quemó la pintura para no comprometer a Arteta. La partitura permaneció escondida muchos años hasta que, según su autor, en 1956 “ esa marcha, con ligeras variaciones pasó a ser mi “Marcha de Deva”, Irugarren kalez-kale, que dediqué a la simpática sociedad devarra de Ozio-Bide, y se ejecuta todos los años durante las fiestas. (A mis buenos amigos Urbieta, Lete y Lazcano ya les informé del origen de dicha composición y cómo fue escrita para las “Milicias Vascas”).

El gran maestro falleció en Madrid el 26 de diciembre de 1988. Su nombre y su obra permanecerán siempre grabados con letras de oro en las páginas de la historia debarra.


Publicado originalmente en agosto de 2011 (Programa de fiestas de Deba).

miércoles, 1 de agosto de 2012

CUANDO EL PALACIO DE AGUIRRE FUE CUARTEL REAL DE CARLOS VII

Cuando el Palacio de Aguirre fue Cuartel Real de Carlos VII

El reencuentro

La fotografía del palacio de Aguirre data de principios del s.XX La instantanea fue realizada desde el puente sobre el río Deba, lugar por donde en enero de 1875 entró Carlos VII en la villa guipuzcoana.

En agosto de 2010 publicaba un breve artículo en la revista cultural DEBA con el título Carlos VII y el "Manifiesto de Deva". En él hacía referencia al manifiesto que el pretendiente al trono español, Carlos María de Borbón y Austria-Este (Carlos VII), redactaba en Deba el 6 de enero de 1875, en plena Guerra Carlista. En el artículo barajaba varias hipótesis sobre cuál pudo ser el edificio en el que Carlos VII firmó el regio documento, edificio al que don Carlos se refería como "mi Cuartel Real en Deva".
En fechas aún recientes, Roque Aldabaldetrecu me proporcionaba un interesante dato, fruto de sus investigaciones en el archivo histórico de Deba. Se trataba de parte de un acta municipal fechada en enero de 1875, tras la estancia de Carlos VII, en lo que el acta de la corporación debarra denominaba "el Palacio", y que debido a su interés transcribo en parte:

"Acto seguido se dio lectura a la instancia y cuentras producidas por Agustín Esnaola, encargado de vigilar el Palacio que sirvió de morada a S.M. el Rey (q.D.g.) durante su residencia en esta villa los días cinco, seis y siete de Enero último.

Encomienda que en las cuentas particulares que a consecuencia de los gastos ocurridos por la residencia del Rey en esta villa se han presentado a V.I. en el día de la fecha, aparece una consignada con numero 14 en la que espresan los perjuicios o perdidas de varios objetos, cuyo justiprecio no hace el exponente por preferír el que le provea por V.I. de otros iguales a fe de que pueda cubrir el inventario de la casa y no hallarse con defecto alguno. El exponente debe llamar la atención de V.I. por el costoso trabajo que con otros doce se ha soportado, sin descanso ni de día ni de noche, ya vigilando la morada Real ya atendiendo y cuidando no se extravie objeto alguno de la casa, cosa que afortunadamente no ha tenido lugar..."

Retrato fotográfico de Carlos VII, probablemente realizado durante la última Guerra Carlista.

En efecto, el acta del consistorio debarra confirmaba la estancia de Don Carlos en "el Palacio", pero persistía la duda sobre cuál fue el edificio que albergó al pretendiente y su comitiva. Cabía la posibilidad de que pudiera tratarse de la casa-palacio del general Francisco de Lersundi, Presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Isabel II.

La incógnita, quedó despejada tras peinar las noticias correspondientes al mes de enero de 1875 en el "Diario de San Sebastián: Periódico de Noticias". A través de ellas pude comprobar no sólo que Don Carlos se encontraba en Deba, sino también cuál fue su Cuartel Real.

El día 19 de enero de 1875, este diario ofrecía en sus páginas 3 y 4 la siguiente noticia, en la que se detallaba la estancia de Carlos VII en el palacio del señor Leopoldo Cueto, marqués de Valmar (Palacio Aguirre):

"Una carta de Vergara da los siguientes pormenores acerca de la estancia en Deva del Pretendiente:

Acaso á consecuencia de los disturbios aquí ocurridos, resolvió D. Cárlos ir á pasar algunos dias á Deva. Por casualidad me encontraba yo, el 5, en dicha villa, cuando por la tarde llegó D. Cárlos con su comitiva. Venía de Lequeitio. En el puente habían levantado un arco verdaderamente rústico. Las muchachas le recibieron con panderetas, y con pito y tamboril, diciendole que no podian recibirle de mejor manera, porque los ricos estaban emigrados; á lo que el contestó que ya sabía que la gente principal del pueblo no era afecta a su causa. Los que conversaron con el Pretendiente cuentan que se mostraba mas afable que antes, y que cuando hablaron del nuevo aspecto que podía tomar la guerra con el advenimiento al trono de Alfonso XII, se limitó a decir:
"Será lo que Dios quiera."

Como la mejor casa de Deva es el antiguo palacio de D. Fernando de Aguirre, secretario de Felipe II, hoy propiedad de nuestro amigo el Sr. de Cueto, don Cárlos se hospedó en él, sin mas autorización que su propia voluntad.

Se quitaron las cubiertas á los cuadros, arañas, estatuas y jarrones del gran salon tallado y de los gabinetes y galerias.

Hizo preparar para sí y su séquito catorce camas. Escogió para dormitorio un cuarto con chimenea junto a la biblioteca, y se sirvió sin escrúpulo de la rica vajilla y elegante cristal artístico de Bohemia que allí tienen los señores de Cueto.

El día 6 hubo besamanos en el gran salón, y allí firmó el manifiesto que acaba de publicar.

Varias personas del pueblo recordaron que en el año 1866 fueron recibidos en aquel palacio con grande alegría de sus dueños y de toda la villa, los reyes de España, el príncipe Alfonso, todavía niño, y la elegante y simpática infanta doña Isabel, hoy condesa viuda de Girgenti.

¡Estrañas vicisitudes de los tiempos agitados que vivimos!"
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EL REENCUENTRO

Villa Borbone, Viareggio (Italia). Fue en esta "Tenuta Reale" donde Carlos VII se retiró con su familia tras la derrota en la última Guerra Carlista.

Han transcurrido muchos, muchos años. Tenía yo catorce cuando el verano de 1967, acompañado de mi padre, acudí por primera vez a pasar el mes de agosto en la antigua Tenuta Reale que las archiduquesas Inmaculata y Mª Dolores de Habsburgo y Borbón poseían en la localidad italiana de Viareggio.

Las dos nobles hermanas eran nietas de Don Carlos de Borbón (Carlos VII) y de Margarita de Borbón y Parma. Fue precisamente en dicho palacio, propiedad de la esposa de Don Carlos, donde el monarca residió tras su derrota en la última guerra carlista.

Recuerdo que durante aquel mes tuve el privilegio de dormir en la cama de la guillotinada emperatriz María Antonieta, esposa de Luis XVI de Francia, dato que a menudo me recordaba la ya anciana archiduquesa Inmaculata. Y yo, con la desfachatez y el atrevimiento de mis catorce años, respondía que confiaba en no acabar mis días como la desgraciada soberana.

Aún recuerdo el maravilloso óleo de gran formato que colgaba en la pared de una de sus estancias. Representaba la entrada de las tropas de Carlos VII en Azpeitia, una obra maestra por la que cualquier azpeitiarra, carlista o republicano, se hubiese dejado amputar un brazo y parte del otro.

Pero lo que más me fascinaba de la real residencia de Don Carlos eran su cama y su taza de water. La primera, de descomunales medidas; la segunda, una verdadera joya de cerámica policromada expresamente elaborada para servir de alivio a un estómago real.

No pude resistirme a probar la cama sobre la que me dí el gusto de sestear una de aquellas calurosas tardes del verano toscano. La taza del water fue respetada; no me sentí digno de mancillar aquella maravilla cuya artística decoración de rosas la convertía en una pieza digna de museo. Fue un verano en el que entre aquellos muros tuve la sensación de estar continua y estrechamente observado por el fantasma del soberano carlista.

Ha pasado mucho tiempo, y pocos días antes de la inauguración del palacio de Aguirre, tuve la oportunidad de recorrer las estancias del remozado edificio. Por cuestiones prácticas ya no era lo que había sido antaño. A pesar de todo, al entrar en el salón de los espejos, y mientras admiraba su magnífico artesonado, recordé que fue en aquella sala donde tuvo lugar el acto del besamanos y la recepción de Carlos VII a los vecinos de Deba.

Y allí, en pleno silencio, tras cerca de 45 años, tuve de nuevo la sensación de ser observado por el fantasma de un señor con barbas y boina roja. Fue como mi reencuentro personal con Don Carlos, pero esta vez en Deba.

En la estancia más noble del Palacio de Aguirre, conocida como "salón de los espejos", Carlos VII recibió al pueblo de Deba y firmó el 6 de enero de 1875 el documento que ha pasado a la historia como "Manifiesto de Deva".

Este artículo fue publicado, originalmente, en el programa de fiestas de Deba, en el año 2011.