Un exvoto es la ofrenda que los fieles dedican a Dios, a
la Virgen o a un santo como recuerdo y en agradecimiento a un favor recibido de
éstos. Los exvotos suelen o solían ser colocados o colgados en los muros y
techos de las iglesias, ermitas y santuarios. Eran muy diversos, pudiendo
consistir en una muleta, una figura de cera, cabellos, un cuadro, la
reproducción a escala de un barco, o incluso una mortaja. Recuerdo que siendo
joven visité el santuario de Nuestra Señora de Montenero, cerca de la ciudad italiana
de Livorno. Había cientos, miles de exvotos, pero el que más me impresionó fue
el de una camiseta totalmente ensangrentada en la que se podía apreciar el
agujero producido a la altura del pecho por la entrada de una bala. La ofrenda,
que incluía la bala extraída al herido, había
sido realizada por un soldado durante la guerra entre Italia y Austria en 1866.
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La histórica fotografía perteneciente el archivo de la
familia Aguinagalde de Itziar muestra varios exvotos situados en el pasado en
la sacristía del santuario. Además de la canoa traída de Canadá en 1620 por el
capitán ballenero, FranciscO de Sorarte, pueden verse varias muletas y en la
parte superior, bajo la canoa, varias esposas donadas al parecer por antiguos
cautivos en tierras de infieles.
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También recuerdo haber visto la sacristía del santuario
de Itziar completamente llena de exvotos de todo tipo, incluso el de una
pequeña embarcación nativa americana traída al parecer de tierras canadienses
en 1620 por el capitán de balleneros itziartarra
Francisco de Sorarte. Según consta, Sorarte no sólo trajo la canoa sino también
a la familia india que la tripulaba, un matrimonio con su hija de corta edad.
Como no podía ser de otra forma, la niña india fue bautizada en Itziar con el
nombre de “María de Iziar”.
Haciendo referencia a los exvotos del santuario de Itziar,
en la página 167 del libro titulado “Breve Historia de la Aparición del más
Luminoso Astro, y Brillante Estrella de la Mar, la Milagrosa Imagen de Maria
Santisima de Iziar”, escrito por Pedro Joseph Aldazabal Murguia y editado en 1767, el autor hace la
siguiente mención a los exvotos donados al santuario por gentes que habían
estado cautivas de los “infieles” en tierras de moros:
“a
pesar del memorable descuydo, que ha habido en las cosas de este Santuario, han
llegado hasta nuestra edad 24
grillos, y esposas de fierro, una argolla, y una cadena, que se conservan
pendientes en las paredes de la Santa
Iglesia; de manera, que
podemos afirmar, que la milagrosa Imagen de Iziar es, y ha sido una Piadosa, y
Sagrada Redemptora de los Cautivos Chistianos, como le llamo un Devoto”.
Prácticamente nada se conserva de aquellos exvotos que
colgaban de los muros y techos del santuario. Los pocos que han llegado a
nuestros días son los exvotos marineros que
penden de la techumbre de la iglesia parroquial de Deba, la de Itziar y las
ermitas de San Roque y Salbatore, así como otro en forma de cuadro, este último
de gran interés debido a sus características y que
en fechas actuales (2016) está siendo expuesto en el Untzi Museoa-Museo Naval
de Donostia.
Todos estos exvotos marineros debieron ser ofrecidos por
navegantes en agradecimiento por haber salvado sus vidas en algún temporal,
huracán o acción naval armada.
El MODELO VOTIVO DE LA PARROQUIA DE DEBA
Dos vistas del modelo, desde popa y desde proa.
Este exvoto pende de la bóveda de la iglesia parroquial y
está situado entre el centro y el coro del templo. Se trata de un modelo votivo
que representa una fragata mercante, probablemente de las primeras
décadas del siglo XVIII, armada en corso con ocho cañones en cada banda.
El modelo, de tres palos (trinquete, mayor y mesana) mas
el bauprés de proa, tiene unas medidas aproximadas de un metro de largo por uno
de alto.
El casco está realizado con una pieza de madera maciza
pero vaciada en el interior para reducir su peso, algo habitual en los exvotos
de la época.
El mismo está pintado en varios colores: verde en la obra
viva (parte sumergida del casco) y blanco, gris
y dorados en la obra muerta (parte que está
fuera
del
agua). Las zonas correspondientes a la única cubierta, donde van situadas las
baterías de cañones, así como las situadas en el castillo (a proa) y la
toldilla (a popa) son las que van
pintadas de blanco. Dividiendo la obra viva y la obra muerta se puede apreciar
la línea de flotación, pintada de rojo al igual que los marcos de las portas de
las baterías.
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Detalle de la popa en la que pueden apreciarse las cadenas del timón y la decoración del espejo. |
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Detalle de la proa donde se ve el mascarón policromado del que hablaremos más adelante. |
La popa, plana, posee una balconada y adornos dorados en
relieve que rematan y decoran el espejo. Bajo la balconada se aprecia la salida
de cadenas del timón.
De los escobenes de proa sobresalen las cadenas de las
anclas que cuelgan una a babor y otra a estribor. La proa está rematada con un
mascarón en el que se aprecia la silueta coloreada de una figura claramente
femenina con corona dorada. Este tipo de figuras femeninas solían ser Vírgenes,
Santas o Diosas mitológicas. A este respecto decir que esa es precisamente una de
las características que demuestran el que esta nave sea una nave mercante, pues
durante esa época los buques de guerra llevaban como mascarón un león rampante o el escudo nacional mientras que los buques
comerciales solían llevar algún motivo relacionado con el nombre o sobrenombre
de la nave.
¿LA FRAGATA SANTA BÁRBARA?
No sería nada extraño que el modelo que pende de la
bóveda de la iglesia debarra pudiera ser la reproducción de alguna de las
fragatas mercantes pertenecientes a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas
(1728-1785), empresa que llegó a contar hasta con 85 buques de diferentes tipos.
La mayor virtud de aquellas fragatas guipuzcoanas fue su
velocidad, mucho mayor que la de los pesados navíos, de los que podían escapar
en caso de peligro, tanto de los de la armada inglesa como de los de corsarios
y piratas, sobre todo ingleses y holandeses.
Era habitual que piratas,
corsarios, bucaneros y filibusteros las acechasen sin tregua tanto a la ida
como a su regreso de tierras americanas cargadas con valiosos tesoros y
mercaderías. Precisamente en esa velocidad estribó en parte el éxito del
negocio de la conocida empresa guipuzcoana de la que es necesario decir que fue
la primera compañía que existió en el Reino de España creada mediante
accionariado, algo parecido a lo que hoy conocemos como una Sociedad Anónima.
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Para hacernos una idea del tipo de cargamento
transportado por los buques de la Guipuzcoana y su valor, valga la siguiente
noticia aparecida en la publicación mensual “Mercurio”, fechada en julio de
1749. La noticia trata sobre la llegada desde tierras americanas de un comboy
compuesto por buques de guerra y mercantes entre los que se hallaban “La Concepcion, San Ignacio, La Soledad, y
Santa Barbara (y Nuestra Señora del Rosario que llegaría un día más tarde; todas
ellas de la Compañía Guipuzcoana de Caracas) que en los días 12 y 13 de Mayo salieron juntos del puerto de la
Habana. El Thesoro de Caudales, Frutos, Efectos, que ha
conducido á bordo de estos Bageles para S.M. y Particulares, consiste en 22
Millones 536 y 27 pesos fuertes en plata acuñada; 29y748 marcos de plata
labrada; 9y898 pesos en oro acuñado, y 2 y252 Castellanos, 15y478 Planchas de
Cobre; 21 y arrobas de Tabaco; 30y288 arrobas de Grana fina; 966 de Silvestre;
15y243 arrobas de Añil; 828y750 Baynillas; 3y241 arrobas de Xalapa; 751 arrobas
de Carmín; 773 arrobas de Balsamo; 234 arrobas de Cafearilla; 42y320 arrobas de
Azucar; 1y084 fanegas de Cacao; 96 arrobas de Zarza; 28 arrobas de Colmillos de
Elefante; 1y592 arrobas de Café; 6y153 Cueros curtidos; y cantidad de otros Frutos,
Medicinas, y Maderas.”
Más adelante el
noticiero hace mención a cómo “ El 17 del
mismo (mayo) entró en el Puerto de
los Passages (Pasajes) la Fragata
Santa Barbara, una de las separadas
de la Escuadra, y perteneciente a la Compañía Guipuzcoana de Caracas, cuya
carga consiste en 1y073 pesos de plata, y oro, 2y771 fanegas, y
59 libras de Cacao, y 38 Petacas dobles de Tabaco de Bariñas en Rollos”.
Intrigado por conocer algo sobre la historia del exvoto
debarra, revisé concienzudamente la nómina general de buques de la Compañía
Guipuzcoana de Caracas para ver si el mascarón de proa y el número de cañones
del modelo debarra me daban alguna pista acerca de qué nave era la que durante
casi tres siglos ha permanecido colgada de la bóveda de nuestra iglesia.
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A pesar de no ser buena la calidad de la imagen, puede apreciarse que se trata de una figura femenina coronada. |
La mayor parte de
los buque de la Compañía Guipuzcoana tenían nombres de Vírgenes, santos o santas.
Tras desechar todos los buques de la Compañía que no fuesen fragatas (navíos,
paquebotes, goletas, balandras, urcas, bergantines y saetías) me centré en
éstas, en las fragatas. Descarté las que tenían nombre de santos y me centré en
los buques con nombres de Vírgenes y santas y que además contasen con una
artillería compuesta por 16, 20 o 22 cañones.
Mi sorpresa fue que con esas característica solo existían
dos fragatas y las dos con el mismo nombre “Santa Bárbara”, pero con diferente
sobrenombre. La primera conocida también como La Galera Guipuzcoana, y la
segunda con el sobrenombre de Neptuno.
Una de ellas, la primera Santa Bárbara, era una fragata
de 121 toneladas y 16 cañones; el mismo número que el de nuestro modelo votivo.
Había sido construida en Pasajes en los propios astilleros de la Compañía,
siendo dada de alta el 15 de julio de 1730 y de baja el 22 de julio de 1757.
Contaba con una tripulación de entre 34 y 56 hombres y realizó once viajes a
las colonias americanas. La segunda Santa Bárbara, alias “Neptuno” era una fragata de 250 toneladas y 20 cañones. Había sido comprada probablemente
en el extranjero y tan sólo había realizado un viaje al nuevo continente.
¿Cuál de las dos podía ser?
Guiado por el instinto consulté el santoral católico para
ver cómo es representada la joven mártir de Nicomedia y mi sorpresa fue
mayúscula al leer que ésta era representada con un cáliz y una espada, además
de llevar una corona de princesa o una corona completa formada por varias
torres. Justo la imagen representada en el mascarón de nuestro modelo: el busto
de una joven con corona. Ello me llevó a sospechar seriamente que el exvoto
debarra representa a la fragata “Santa Bárbara”, alias La Galera Guipuzcoana,
la que realizó once peligrosos viajes a ultramar con la Compañía
Guipuzcoana. Algo me dice que se trata de la misma fragata y mientras no
aparezcan nuevos datos lo seguiré pensando.
Cuatro representaciones diferentes de Santa Bárbara. En todos ellas la santa aparece coronada.
RESTAURACIONES
A lo largo de los siglos este modelo votivo ha sufrido
varias restauraciones, la última fue realizada el año 1995 por el conocido
decorador Iñaki Martínez Gorrochategui “Amua”, quien realizó una restauración a
fondo que duró diez meses.
En ella, además de tratarse el casco, deteriorado por la
carcoma y otros xilófagos, se corrigieron algunos elementos de anteriores poco
afortunadas reparaciones. Asimismo se
reparó el velamen, se enriqueció la popa con colores propios de las fragatas de
la época y se eliminaron seis portas con sus respectivos cañones, tres en cada
banda. Curiosamente el modelo anterior a la última restauración tenía once
cañones por banda en vez de los ocho actuales, pero al coincidir la boca de
seis de ellos (tres en cada banda) con la base de los obenques, estos fueron suprimidos, según palabras de “Amua”
porque “desde un punto
de vista teórico no podían ser disparados ya que de hacerlo
habrían sido cortados sin remisión los obenques”.
Para quien desconozca la terminología marítima, los
obenques son los cabos gruesos que sujetan lateralmente los palos. Estos
obenques forman las escalas por las que los marineros subían a los palos para
aparejar las velas.
Personalmente pienso que “Amua” tenía razón; en buena
lógica, las proporciones de esta fragata no encajaban once cañones en cada una
de las dos baterías. Sus proporciones permitían tan solo ocho cañones por
banda, tal y como consta que los tuvo la fragata Santa Bárbara.
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La imagen muestra en la zona del casco pintada de blanco, las tres mesas de guarnición donde van ajustados los obenques de los tres palos. Al contrario de lo que sucedía en los grandes navíos de línea, las proporciones de una fragata de pequeño porte como ésta, no dan para colocar tres portas más para los cañones entre los obenques. |
Hay
que tener en cuenta que quien realizó el exvoto pudo ser un gran marino pero no
un experto en la elaboración de modelos y que movido por su ardor se propuso
colocar cañones hasta donde no los había. También cabe la posibilidad de que en
alguna de las anteriores restauraciones se hubiese “sobreartillado” la nave con un número de cañones que no le
correspondían. Al igual que “Amua”, creo que la fragata original donde navegó e
hizo la promesa en un momento de angustia el autor debarra del modelo debió
estar artillada con ocho cañones por batería, en total dieciséis cañones, tal y
como aparece actualmente.
El día 1 de febrero de 2016 se arrió el exvoto para
comprobar su estado. Tras una inspección ocular se comprobó que era perfecto.
Yo mismo realicé una limpieza superficial a base de pincel plano para quitarle
la capa de polvo que lo cubría. Tras ello, y la realización de las fotografías
aquí mostradas, la nave fue izada de nuevo.
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La imagen del autor del reportaje junto al modelo votivo
dan una idea
del tamaño y proporciones de la fragata votiva.
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EXVOTO
A LA VIRGEN DOLOROSA
El Segundo de los exvotos conservados en la iglesia de
Santa María de Deba es un cuadro pintado al óleo en el que escrito a mano se
adjunta una nota a modo de “collage” donde quien lo ofrece relata las circunstancias
que motivaron esta ofrenda.
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Exvoto probablemente donado por el propio capitán del paquebote San Miguel, el debarra Joaquín de Larraguibel. El citado capitán perteneció a una distinguida familia de constructores navales y marinos.
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Fue ofrecido a la Virgen
Dolorosa de la iglesia parroquial de Deba por un tripulante del paquebote San
Miguel, alias El único, de la Compañía de La Habana, en 1775. Desde el punto de
vista artístico no se puede catalogar como una obra de gran valor, pero sin
embargo su valor etnográfico es incalculable.
La escena, un tanto naif, muestra la nave
desarbolada batiéndose entre las olas. Sobre las aguas dos hombres que
representan a los dos muertos durante el temporal. En lo que queda de la
toldilla se aprecia a quien por su peluca y forma de vestir podría ser el
capitán del buque: Joaquín de Larraguibel, natural de Deba y de familia probablemente originaria del caserío
del mismo nombre, en Itziar. En la parte superior derecha del cuadro, entre
nubes, la virgen dolorosa con el corazón atravesado por una espada.
El paquebote San Miguel al mando de Larraguibel,
hacía la ruta La Habana-Cádiz y estuvo a punto de naufragar en las Bermudas. Tal
y como aparece descrito en el texto,
“el 7 de agosto hallándose a unas 68 leguas
al oeste de la Bermuda le entró el Equinocio con tal furia que no es
ponderable, el cual duró 48 horas sin amainar nada de su primer vigor antes por
momentos se iba aumentando la tormenta: el día 9 parecía la mar una brasa de
fuego, de modo que unidos los tres elementos de agua, viento y mar a cual más
fuerte temimos se anegase el barco. En este conflicto no hallamos otro recurso
que dar la popa al Viento y pedir a esta Divina Sra. se dignase aplacar la
tormenta, pues nunca se veía el barco sobre el agua, sino combatido siempre
bajo los golpes de Mar de suerte que a las 4 de la tarde fue preciso cortar el
palo mayor: a las 9 de la noche entre muchos golpes de Mar vino uno tan furioso
que le arrasó todo un costado, llevándose también toda la popa, alcázar,
castillo, cubierta, artillería, lancha, bote, palos y respetos (…) y dos
hombres, quedándose hecho una boya: en esta postura estuvo el barco debajo del
agua arriba de 9 minutos hasta que desaguó por las portas de los cañones. El día
10 abonanzó el tiempo y hallándonos absolutamente sin tener de qué echar mano
para armar una bandola, fue preciso cortar baos y tablas, con lo que
determinamos arribar al puerto de Charlestown en la Carolina y entramos el 28
de dcho. y habiéndonos reparado allí del todo salimos para Cadiz el 31 de Enero
de 76, a cuyo puerto llegamos el 28 de Marzo (…) día de esta imagen de DOLORES.
ES VOTO a esta Virgen Dolorosa”.
Tras consultar algunos archivos, efectivamente pude constatar la existencia
del capitán del paquebote Joaquín de Larraguibel e investigar algo sobre él, así como sobre el buque.
El San Miguel, alias El Único debió de ser construido en algún astillero
vasco, probablemente guipuzcoano. En 1767 aparece citado cuando Carlos III
decreta la expulsión de los jesuitas a Italia. Este buque transportó a 24
jesuitas vascos.
Años más tarde, en 1772, aparece citado como perteneciente a la Compañía Guipuzcoana
de Caracas. El 8 de abril de ese año zarpaba de la Habana formando parte de una
flota compuesta por dos navíos de guerra, San Rafael y San Nicolás de Bari, las
urcas de guerra Peregrina, San Carlos y San Juan, los navíos mercantes
Tallapiedra y Tardi, además de cuatro saetías. Dichos buque entre los que se
encontraba el San Miguel arribaron al puerto de Cádiz el 20 de mayo con
7.386.770 pesos de oro y plata así como 4.995.555 pesos en frutos y diversos
géneros. No es de extrañar que con tan preciado cargamento, los buques que realizaban la Carrera de Indias fuesen armados hasta los dientes.
Esta es la breve historia de los dos exvotos marineros de Santa María de Deba.
Sirva este artículo para que todos, jóvenes y mayores,
aprendamos a apreciar esos pequeños tesoros que forman parte de nuestra
historia y de nuestro patrimonio, tesoros que, como en este caso, penden sobre
nuestras cabezas y que a menudo pasan desapercibidos.