miércoles, 14 de noviembre de 2018



                                 ANES ARRINDA
         LA HUELLA INDESTRUCTIBLE DE ELVILLAR
  


El pasado mes de octubre recibía una llamada de Ricardo Franco; me facilitaba el teléfono del periodista bizkaino Julio Flor quien estaba interesado en la figura de Anes Arrinda y su estancia como párroco en la localidad alavesa de Elvillar.
Tras contactar con Julio Flor, director de blogriojaalavesa.eus, un blog patrocinado por la Cuadrilla de Laguardia, vinos de Rioja Alavesa  y Gobierno Vasco, éste solicitaba mi colaboración mediante un artículo que aparecería en dicho blog alavés.
Acepté gustoso y, tras ser publicado mi artículo, el personaje de Don Anes a quien aparentemente ya nadie recordaba en Elvillar, recobró inesperadamente un gran protagonismo. Había alguien que con noventa y ocho años lo recordaba perfectamente, tan perfectamente que fueron saliendo a la luz hechos que de ser confirmados podrían ser de gran relevancia  y que engrandecerían la figura de Don Anes.



Elvillar, Rioja Alavesa. En primer plano el dolmen de la Chabola de la Hechicera; al fondo la iglesia de Ntra Sra. De la Asunción de la que Anes fue párroco.


Conocí a don Anastasio Arrinda,  Anes para los más cercanos, a los pocos días de mi nacimiento; justo el día de mi bautizo. Fue un mes de agosto de 1953 y él fue el encargado de regar mi entonces tierna cabeza .
Desde entonces, hasta el día de su muerte el 20 de mayo de 2004, nuestra relación fue absolutamente cercana. Había  motivos para ello. Su hermano Donato, también sacerdote, fue compañero de mi padre en el seminario de Vitoria; yo fui monaguillo suyo desde mi más tierna infancia, posteriormente seminarista, lo cual era un plus, y con el paso de los años simplemente muy buenos amigos.
 Cuando murió le quedó pendiente su gran ilusión: la realización de la Historia Ilustrada de Euskal Herria en la que además intervendríamos mi amigo Jose Ignacio Treku y yo mismo. Fue una pena.


Anes Arrinda y el autor del artículo durante la presentación del libro “Anes Apaiza” el 18 de marzo de 2000.

Cuando Anes llegó a Deba en 1950, ya habían pasado casi diez años desde que dejara la parroquia de Elvillar donde ejerció como párroco durante un año; desde 1939 a 1940. No obstante, recuerdo que el nombre de esa población alavesa estaba muy a menudo en su mente y en sus labios. Y gracias a él todos los chicos de Deba supimos dónde se encontraba Elvillar.
Como experto y amante de la prehistoria, historia y etnografía convertía sus catequesis en  interesantes clases donde nosotros dejábamos volar la imaginación para retroceder en el túnel del tiempo.
Nos comentaba, y además lo dejó escrito, que siendo párroco de Elvillar  se llevaba a los monaguillos a realizar sus pesquisas arqueológicas; qué curioso, también lo hacía en Deba.

“Voy alguna vez con los monaguillos a la cueva de Los Husos, sin enterarme de la importancia que tendría más tarde por contener los estratos prehistóricos que sirven de pauta para la clasificación de otras cuevas”
“Otro tanto me sucedía con aquel término de la Choza de la Hechicera que hollé con mis plantas ignorantes, desconocedor del tesoro megalítico que encerraba el lugar, aunque el nombre nos lo estaba gritando a voces”.


Año 1948: túmulo del dolmen de La Hechicera en Elvillar.


Nunca olvidaré sus entretenidas catequesis con la romanización como tema más sagrado: nos hablaba sobre la introducción en Euskal Herria de las nuevas tecnologías agrícolas por los descendientes de Rómulo y Remo; entre ellas la técnica de la elaboración del vino. Era un tema que le gustaba.
Con él nos enteramos de que las palabras vascas “kupela” , “tolare” o “Katillu” no eran tan vascas como pensábamos ya que la primera procedía de “cupa” (cuba) , la segunda del sustantivo latino “torculum” (prensa) y a su vez, del verbo “torculare” (prensar), y la última de “catilum” que era como los romanos llamaban al vaso o recipiente utilizado entre otras cosas para el “txikiteus romanorum”.  Y cada vez que había que poner un ejemplo sobre la elaboración del vino siempre se trasladaba a Elvillar, de donde nunca faltaba una anécdota o un hecho curioso.



Elvillar años 30 del siglo XX. Por ahí caminó Anes cuando contaba veintiséis años; fue su primer destino como sacerdote.

Fue breve el tiempo que allí estuvo, tan solo un año, pero la marca de la villa riojano-alavesa debió ser profunda.
Hace unos días uno de mis hermanos me comentaba un hecho que demuestra el cariño de Anes para con Elvillar. Sucedió en 1965 y habían transcurrido ya veinticinco años desde que dejara de ser párroco de aquella población.
El grupo de danzas Gure-Kai , fundado por el propio Anes, fue invitado a actuar en un programa en los estudios de Televisión Española en Prado del Rey; todo un lujo en aquellos incipientes años de la televisión en España. Fue un programa amplio donde hubo desde danzas vascas hasta deporte rural. El programa lo amenizaban dos actores muy populares en aquel tiempo: Boliche y Chapinete.
La actuación de la expedición debarra fue todo un éxito y para celebrarlo, el viaje de regreso a Deba a través de la Nacional-1 sufrió un desvío, seguramente programado, para celebrar en Elvillar el éxito de los jóvenes artistas. La recepción al expárroco de la villa y sus muchachos fue de órdago a la grande, con un recorrido por el pueblo y visitas a la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción (misma advocación que en la parroquia debarra), y a las bodegas, donde no faltaron las chuletillas de cordero al sarmiento y el buen vino, pues por aquel entonces hasta los chavales bebíamos vino; según creencia popular prevenía enfermedades y  era bueno para el desarrollo, siempre que no se excediesen los limites. ¡cosas del pasado!
 Según cuenta mi querido hermano, aquellos trajes de dantzari  impolutamente blancos con los que salieron de Madrid, tras el paso por las bodegas del pueblo alavés  llegaron a Deba con el color del tempranillo de la última añada.




Año 1965; estudios de TVE en Prado del Rey.

Como dato curioso decir que uno de los txistularis del grupo que triunfó en Prado del Rey era el hoy ilustre doctor Ricardo Franco Vicario, un hombre polifacético y culto como pocos, presidente entre otros numerosos cargos de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao y miembro de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Él también recuerda con gracia aquella visita a Elvillar .
Es curioso cómo una breve estancia en un lugar, en un entorno agradable y con una gente maravillosa puede marcar  huella tan indeleble en una persona.
Seguramente a las jóvenes generaciones de Elvillar  no les suene de nada el nombre de Anastasio Arrinda Albisu, el hijo del primer capitán de bacaladeros de la PYSBE en Terranova, Eustakio Arrinda.
Anes fue toda una eminencia; autor de numerosas obras sobre historia,  etnografía e incluso literatura infantil. También fue un gran lingüista, no en vano ostentó el cargo de presidente da la Academia Popular de la Lengua Vasca Euskerazaintza.

Marzo de 2000. Anes inauguró en deba un
paseo con su nombre... que bien pudiera
llegar hasta Elvillar. 


  




viernes, 3 de agosto de 2018


JAVIER BERASALUCE 

MEMORIAS DE LA MODESTIA Y DE LA AMISTAD

¡Ay Señor! ¡Cómo han cambiado los tiempos!


Javier Berasaluce en su época de portero del Real Madrid.


Hace unos días leía el titular de la noticia de un diario deportivo:
Así es la millonaria colección de coches de Cristiano Ronaldo”. El subtítulo aclaraba que el futbolista portugués, "ex" del Real Madrid, tiene un garaje de lujo: Rolls-Royce, Maserati, Porsche, Ferrari, Lamborghini, Bugatti y más, mucho más.
Inmediatamente recordé las memorias, creo yo que aún inéditas, de Javier Berasaluce que hace ya unos meses tuve el privilegio de leer. Entre otras aventuras y desventuras, el debarra recordaba la época de cuando, como portero, formaba parte de la plantilla del Real Madrid.

Por si alguien lo desconoce, creo necesario comentar que con aquel equipo en el que Javier tenía como compañeros a Juanito Alonso, Alfredo Di Stéfano, Paco Gento, Luis Molowny, Rial, Pérez-Payá, Zárraga, Muñoz, Marquitos, Kopa o Puskas, el Real Madrid ganó cinco veces consecutivas la Copa de Europa. Todo un equipazo que batió un récord aún no superado.

Copa de Europa, año 1956. Partido contra el Rapid de Viena.





















Tras leer las interesantes memorias, le comenté a su hijo Willy que me habían encantado; más que nada porque eran un reflejo de la sencillez de tiempos pasados, de una época en la que las personas, aunque fuesen figuras del futbol, eran ante todo personas y no, como a menudo hoy día sucede, ídolos con pies de barro, con mucho maquillaje por fuera y poca sesera por dentro.
Me encantaron porque representaban todo un canto a la sencillez, a la modestia y a la amistad. Toda una lección para muchos de los actuales futbolistas. De ellas entresaco algunos párrafos:

“Coincidió que cerca de nuestra casa, vivía Molowny, jugador canario que hacía años que pertenecía al Real Madrid. Jugador que se hacía querer por todos los compañeros por su carácter y al que la afición le llamaba “el mangas” porque cuando jugaba, nunca se remangaba y tenía siempre las mangas de su camiseta al aire. Entre nosotros era más bien conocido como el “Marqués de Chamartín” porque considerábamos que vivía muy bien.

Como digo, vivía muy cerca de (la calle) Ibiza y encerraba su coche en un garaje contiguo a nuestra vivienda. Hice mucha amistad con él y terminó siendo un buen amigo. Con ese hablar característico de los canarios era de lo más agradable escucharle. Tenía un coche Renault 4/4 y siempre me daba buenos consejos que aún los recuerdo, me decía:

-En esta vida hay que ser muy modesto, no presumir de nada y sobre todo ser buena persona.

Él desde luego lo era. Así íbamos todos los días a entrenar. Como digo, tenía un coche modesto pudiendo tener uno de más cilindrada como tenían otros jugadores. (Aunque en aquella época tener un Renault 4/4 se consideraba todo un lujo)”.

Conviene aclarar que al mencionar al Renault “4/4” no se refiere a un 4 x 4 sino a un pequeño coche de bajo precio así popularmente conocido por tener cuatro plazas, cuatro puertas y cuatro caballos fiscales.
Leyendo las memorias se ve que el gran portero debarra fue un buen compañero. Se ve cuando se refiere a su gran amigo y rival deportivo, el también portero Juanito Alonso con el que tenía que luchar a diario para disputar el primer puesto en la portería.

“ Era una situación diríamos, que muy bonita, pues si bien luchábamos por el puesto de portero, teníamos una amistad noble y sincera”. “Casi siempre, una vez terminado el entrenamiento oficial y cuando todos los demás jugadores se marchaban a la caseta, quedábamos los dos en el campo jugándonos los “blancos” del aperitivo en las distintas pruebas que nos inventábamos”.

Recuerdo que hace unos años hablando por teléfono con Javier, él mencionaba a Juanito Alonso durante nuestra conversación; y recuerdo también que al mencionarle le nombraba como “el pobre Juanito”, pues éste ya había muerto. Sus palabras denotaban la pena por la ausencia definitiva de su gran amigo.

Javier en uno de sus entrenamientos con el Real Madrid.

Llegados a este punto no quisiera pasar por alto la graciosa historia que nos narra Javier de cuando acompañado por su inseparable amigo, el hondarribitarra Juanito Alonso, se hizo con su primer automóvil; naturalmente un cuatro-cuatro:

 Un día y cuando, por fin, marchábamos a la caseta a ducharnos, me dice:

-Javier, ¿quieres un coche?

Sin pensarlo dos veces le contesté afirmativamente. (En aquella época tener un coche era dificilísimo, pues a pesar de que se fabricaban los Renault 4/4 en Valladolid, no había manera de hacerse con uno si no era con una fuerte recomendación). Mañana vamos a ir donde el director de Moneda extranjera del Banco de España en la calle Alcalá y te lo proporciona.

Fuimos al día siguiente al despacho de este señor y al vernos entrar nos pregunta:

-Vamos a ver, ¿qué es lo que quieren los dos porteritos del Real Madrid?

Va Juanito y dice:

- Aquí mi amigo Javier que quiere un coche-  y nos contesta:

- El domingo jugáis en Bilbao, ¿verdad?, pues a ver si ganáis, y tú Javier, haz un ingreso de 74.100 Ptas en el Banco de Santander y la semana que viene tendrás el coche.

El primer coche de Javier, el famoso cuatro-cuatro.


UN MODESTO REGALO

Al referirse a sus viajes por Europa cuando acudían a jugar algún partido con un equipo extranjero, Javier refiere que los clubes solían hacerles una recepción en la que se hacían un intercambio de regalos y los presidentes de ambos clubes daban un discurso.

Los regalos de entonces eran muy modestos y consistían en cosas tan sencillas como una manta, un cenicero, un juego de vasos o un despertador. Precisamente fue un despertador lo que recibió cada uno de los jugadores merengues en su visita a la ciudad inglesa de Manchester. Refiriéndose a  aquel despertador nos dice:

Resulta que nos entregaron al final de la cena homenaje y un momento antes de que empezaran los consabidos discursos habituales. El que más y el que menos ya empezamos a enredar con el reloj que habíamos recibido como obsequio, en el preciso momento que tomó la palabra nuestro presidente D. Santiago Bernabéu.

Pérez Paya, que mientras disertaba el presidente seguía enredando con él, se llevó la gran sorpresa cuando le empezó a sonar el timbre de la alarma y debido al estado de nervios que le entró, no acertaba a pararlo hasta que el reloj desarrolló todo el muelle de la sonería. El “cachondeo” fue general de todos los demás compañeros de equipo y la mirada que le dirigió D. Santiago fue todo un “poema”, pero por fin éste pudo terminar su discurso y el asunto no pasó a mayores.


UN ORIGINAL GRITO DE GUERRA

"El museo de bebidas de Perico Chicote era cita obligada
cada vez que obteníamos un nuevo trofeo europeo".
En la imagen Javier Berasaluce, Alfredo Di Stéfano
 y José Santamaría en el conocido establecimiento madrileño. 


Una de las anécdotas más divertidas recogidas en las memorias de Javier es la sucedida al final de un partido jugado y ganado en Alemania contra el potente Hamburgo. Había finalizado el primer tiempo y el Real Madrid perdía 1-0. Pero durante la segunda parte el equipo madrileño dio la vuelta al partido, que terminó con el resultado de 1-5.
Así nos refiere el ex-portero del Real Madrid lo sucedido tras la victoria en el campo alemán:

“En el Real Madrid de mi época nunca dispusimos de uniforme ni tan siquiera de un grito de “guerra” de los que tanto prodigaban los equipos a los que nos enfrentábamos, por eso nos extrañó sobremanera, cuando al terminar el partido, Di Stéfano nos llamó para que acudiéramos al círculo central del campo. Una vez allí nos pidió que nos pusiéramos abrazados en círculo y con las cabezas bajas, porque íbamos a dedicarles a la afición (se entiende que a la alemana) nuestro grito de “guerra”. Ya he dicho que nunca habíamos tenido una cosa semejante y no entendíamos muy bien qué es lo que quería hacer, hasta que de pronto soltó:
¡ Por todos los h… de  p… que han colaborado para que hoy cobremos la prima… Ra- Ra- Ra !
¡ Y encima el público nos aplaudió..! 


Javier en su domicilio de Vitoria-Gasteiz.
   
Estas son tan solo algunas anécdotas de la vida deportiva de nuestro amigo Javier, hechos sencillos y humanos; memorias escritas que traen a nuestra mente la letra de aquella canción de Joan Manuel Serrat:

                                 Son aquellas pequeñas cosas,
                               que nos dejó un tiempo de rosas
                                             en un rincón,
                                              en un papel
                                            o en un cajón.

Desde estas páginas, nuestro recuerdo y  más cálido homenaje a este debarra singular.
Un fuerte abrazo, Javier.



viernes, 22 de junio de 2018


  

LA OTRA HISTORIA DE SASIOLA

    

“Los bellos monumentos, legados del pasado, se van uno tras otro. Se mueren. Sin agonía, sin que nos demos cuenta de la proximidad del fin brutal. Como ya los hemos conocido viejos, agrietados y decaídos, nos parece que han de durar siempre”.





                   
                                                                    
Con estas palabras comenzaba un artículo del genial arquitecto suizo Alfred Baeschlin, publicado el catorce de octubre de 1927 en el diario La Tarde, de Bilbao. En él se refería a la imponente torre medieval de Sestao, ya por desgracia desaparecida. Leyendo aquel artículo me vino a la memoria la imagen de nuestro monasterio de Sasiola, tan grande en el pasado como agónico y olvidado en el presente; y de nuevo vuelven y revuelven mi memoria las palabras del gran Alfred Baeschlin.   
                                                                                  
El pasado dos de junio, con motivo de la celebración de la 8ª Semana Europea de los Geoparques tuve el placer de realizar una visita guiada a las ruinas del antiguo convento franciscano de Sasiola. Dicha visita,al igual que el resto de actos organizados por el Geoparque de la Costa Vasca tenía un objetivo: dar a conocer y generar una mayor conciencia entre la ciudadanía en lo que respecta a la conservación y promoción de nuestro patrimonio.





El grupo formado por veintidós personas entre las que me incluía yo como guía, partió a las diez en punto de la Plaza Zaharra de Deba. Tras atravesar la calle del Astillero, donde nos detuvimos ante la transformada torre de Sasiola del siglo XV, situada en el pasado en el arrabal de la villa, continuamos nuestro camino hacia el barrio de Artzabal, donde tomamos el viejo camino que en cuarenta y cinco minutos nos llevaría a Sasiola.

En realidad la visita guiada comenzó durante la ruta, donde hicimos otro alto en el camino en las proximidades de Praileaitz para hablar de los numerosos vestigios paleolíticos en las cuevas de nuestro entorno más próximo. Conviene recordar que a pocos kilómetros de ésta, también en Deba, se encuentra la cueva de Ekain, Patrimonio de la Humanidad. 

El último tramo lo realizamos a través de la antigua calzada que discurría entre el cementerio y las huertas del convento, y que hasta hace unos pocos meses ha estado cerrada por la maleza y las zarzas.


Descendiendo por la antigua calzada,
entre las tapias del cementerio y las huertas.


SASIOLA, UN PARQUE TEMÁTICO.

Sasiola con sus alrededores representa un verdadero parque temático de nuestra historia; desde el paleolítico inferior hasta el siglo XIX. Eso es lo que intenté transmitir a cuantos participaron en la visita y lo que intentaré también mostrar de forma resumida en esta página.
El nombre Sasiola, procede de los vocablos "sasi" (zarzal) y ola (ferrería) lo que vendría a significar "la ferrería que está en o junto al zarzal". Situada en la margen derecha del río Deba, frente al barrio mutrikuarra de Astigarribia, su "historia" comienza en realidad hace muchos miles de años ya que a menos de 500 metros a la redonda en línea recta, existen numerosas cuevas con vestigios paleolíticos de gran importancia: Praileaitz I y II, Ermitia, Langatxo, Zerratu, Kiputz, etc. unas en terrenos de Deba, otras al otro lado del río, en Mutriku.
El convento está situado próximo al vado de Astigarribia (vado de los arces), en el pasado el primer vado desde la desembocadura del Deba, y según las crónicas romanas el mismo río cuyas aguas "tocaban" la ilocalizada ciudad de Tritium Tuboricum.

Recreación de cómo pudo ser la antigua torre de Sasiola antes de la fundación del convento.















Pero centrándonos ya en el viejo monasterio, decir que su fundación se remonta al año 1503. Poco antes en aquel lugar se ubicaba una torre medieval perteneciente a un importante linaje banderizo: los Sasiola. En 1470, refiriéndose a esta familia y a la de Irarrazabal, Lópe Garcia de Salazar escribía en sus Bienandanzas e Fortunas: "En la villa de Deva ay dos linaxes de buenos escuderos e de grandes faziendas" y concretando  algo más continuaba "Otro linaxe ay que se llaman los de Sasiola que otrosi fueron buenos escuderos e mucho fazendados e son contrarios los unos de los otros".

Fueron María Ibañez de Sasiola y su esposo Juan Pérez de Licona (tío paterno de la madre de San Ignacio de Loyola) quienes precisamente donaron a la orden franciscana aquella torre y sus posesiones cercanas que incluían también la ermita de La Piedad, un astillero, un molino, huertas, bosques, y posiblemente una ferrería y un horno calero. En pocos años aquel monasterio adquirió una gran fama e importancia como viene a demostrarlo el hecho de que en testamento realizado a bordo de la nao Victoria el 26 de julio de 1526, nueve días antes de su muerte en aguas del Pacífico, Juan Sebastián Elcano donase al convento de San Francisco de Sasiola diez ducados de oro.


Imagen de la transformación de la antigua torre en monasterio franciscano.














Para su mantenimiento, además de trabajar en las huertas, los monjes también se dedicaban a la explotación forestal, una parte dirigida a la venta de madera para la construcción de naves, y otra destinada a la elaboración de carbón. Según Patxi Aldabaldetrecu, la explotación de los bosques del monasterio era sumamente racional y sostenible; algunos años se talaban hasta 800 robles y se plantaban como mínimo otros tantos.

Asimismo los frailes se encargaban del cuidado de los enfermos que llegaban al hospital del convento, tanto de los peregrinos como los de los contornos. Esos gastos eran financiados con la venta de la producción anual de manzana y castaña.


BASTIÓN COMUNERO


El franciscano de Sasiola Pedro de Elorriaga
y el bachiller Olano, ambos debarras,
  importantes jefes comuneros guipuzcoanos.


Entre 1520 y 1521, el monasterio de Sasiola fue el principal centro de reunión de los jefes comuneros guipuzcoanos conjurados contra el gobierno imperial de Carlos I.
Entre esos jefes se encontraban dos debarras: el bachiller Olano y un monje del monasterio de Sasiola llamado fray Pedro de Elorriaga. Este último fue uno de los adelantados o representantes guipuzcoanos en la “Santa Junta Comunera” de Tordesillas.

Durante ese periodo Gipuzkoa estuvo dividida entre villas que apoyaban al gobierno del emperador y las que defendían la lucha en defensa de los intereses y prerrogativas de la Provincia.
Entre las poblaciones guipuzcoanas que apoyaron a la “Santa Causa”, además de Deba se encontraban Azpeitia, Azkoitia, Arrasate, Eibar, Getaria, Hernani, Mutriku, Tierra de Oiartzun, Tolosa, Villareal (Urretxu), Zestoa y Zumaia. Por el contrario, las que apoyaron al emperador fueron Asteasu, Bergara, Donostia-San Sebastián, Elgeta, Elgoibar, Gatzaga, Hondarribia, Orio, Renteria, Sayaz, Soraluze y Zarautz.

Poco tiempo faltó al corregidor enviado a Gipuzkoa, el licenciado Vázquez de Acuña, para juzgar en rebeldía a los conjurados y dictar sentencia:
“… se les condena a que sean atados en serones y les lleven por la calle pública en voz de pregón hasta el rollo o picota y sean degollados y les corten la cabeza, y les pongan en sendos palos en lugar público”.
Tras la derrota de Villalar, los principales jefes comuneros castellanos fueron condenados a morir, tal y como dictaba la sentencia. Distinta suerte tuvieron los conjurados de Gipuzkoa, entre ellos los dos jefes debarras, ya que además de resultar indemnes, vieron cumplidas sus aspiraciones a pesar de haber sido condenados a idénticas penas y por idénticos “delitos” que sus compañeros, los capitanes castellanos Padilla, Bravo y Maldonado, decapitados en Villalar.
El 12 de abril de 1521, el duque de Nájera dictaba una sentencia con el fin de limar las diferencias entre los bandos de la Hermandad de Villas de Gipuzkoa. En ella se suspendían las penas de muerte impuestas por el corregidor Acuña y las leyes dictadas por éste. 



LA IGLESIA Y EL RETABLO.
El exterior de la iglesia de San Francisco de Sasiola (S.XVI) es sencillo y austero, como corresponde a la orden franciscana. Tan sólo llama la atención su espadaña, los contrafuertes y un arbotante situado en la zona del claustro. 


El actual estado del retablo es bastante peor
que el que nos muestra esta fotografía realizada
hace ya varios años.


Del interior de la iglesia- en un estado lamentable- cabe destacar su retablo barroco, realizado en madera de nogal negro en 1764.
Fue diseñado por Tomás Jauregui y completado por Francisco de Ibero.
La ejecución corrió a cargo de los mutrikuarras Domingo de Laca y Domingo Pellón, y los gastos corrieron a cuenta del debarra Andrés de Goicolea.

Consta de zócalo, dos pisos y hornacina. En el primer piso se encuentra San Antonio de Padua flanqueado por San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier.
En el segundo piso podemos observar una preciosa talla de madera que representa el éxtasis de San Francisco, flanqueado por San José y San Agustín.
En la hornacina, una talla de La Piedad, quizás en recuerdo de la ermita del mismo nombre que existió en este lugar. 
Es indignante ver el estado en el que se encuentra actualmente el retablo, con imágenes caídas y destrozadas.
  

 EL JUEGO DE LA PELOTA,  "bote luzea".





A pesar del actual estado de ruina de las antiguas instalaciones del complejo monacal, aún se conservan los restos del considerado como uno de los más antiguos “juegos de pelota” del país, predecesor de los actuales frontones y donde probablemente se jugaba a una antigua especialidad denominada "bote luzea".
Aunque se desconoce la fecha de su construcción, no sería descabellado pensar que pudiera datarse de los siglos XVI-XVII.
La cancha, situada en la plazoleta frente a la antigua casa del síndico del monasterio, actual caserío Sindika, tenía unas medidas de cincuenta y ocho metros de largo por doce de ancho. El suelo, hoy presumiblemente cubierto por más  de medio metro de tierra, estaba al parecer formado por grandes losas de piedra, aunque la especialidad del "bote luzea" también se jugaba sobre suelo de tierra o hierba.
La banda que da al río contaba con un muro cuya parte central formaba un pequeño espacio donde se ubicaba la mesa de los jueces y marcaba la división de los terrenos de juego; aunque en mal estado, esta pieza todavía se conserva.
El frontis o pared, en estado muy aceptable, tiene la misma anchura que la plaza o cancha; es decir, doce metros, y su altura es de unos tres metros.


En la fotografía de arriba, una panorámica de
la cancha. Sobre estas líneas detalle de la mesa
de los jueces.


SASIOLA, CAMPO DE BATALLA.



Tras la revolución francesa que acabó con el rey Luis XVI en la guillotina, la Francia republicana fue entrando sucesivamente en guerra con varios países europeos, entre ellos España. Este conflicto bélico entre las dos naciones vecinas conocido con el nombre de “Guerra de la Convención”, se desarrolló entre los años 1.793 y 1.795 afectando directamente a Gipuzkoa y a Deba.
Fue precisamente en esta localidad, sobre todo en Sasiola, donde se dieron algunos de los más importantes combates, ya que el frente se estabilizó en el río Deba desde noviembre de 1794 hasta finales de junio de 1795.

En diciembre de 1794, mil quinientos voluntarios del señorío de Bizkaia se hicieron fuertes en Sasiola, Astigarribia, Lasao y ribera del Deba hasta su desembocadura, donde el 19 de diciembre, el 27 de febrero de ese año, y prácticamente todos los días de mayo de 1795 se entablaron encarnizados enfrentamientos, rechazando los vizcaínos a las tropas del general francés Moncey. Tras varios meses sufriendo los efectos de la artillería francesa, el 28 de junio de 1795 las milicias vizcaínas retrocedían, atravesando las tropas republicanas el río Deba por el vado de Astigarribia y tomando las poblaciones de Mutriku, Ondarroa y Markina.
Durante alguno de aquellos duros combates, en 1794, fueron los vizcaínos quienes, al parecer, volaron el  viejo puente de Sasiola que había sido construido en 1.629 por Juan Ortiz de Olaeta, quien ese mismo año había terminado de reedificar la iglesia de Deba. Aún hoy, pueden verse los arranques del  puente cubiertos por la maleza, un sólido puente cuya construcción había costado 1500 ducados.

DECADENCIA DEL MONASTERIO.
El pasado esplendor del monasterio franciscano tocó a su fin con los inicios del siglo XIX.
En 1809 José Bonaparte suprimía varias comunidades religiosas de Gipuzkoa, entre ellas la de Sasiola de donde saldrían los frailes para regresar cinco años más tarde, en 1914.

En 1836 tiene lugar una nueva desamortización, la de Mendizabal, quien como expliqué a los visitantes tenía poco de Mendizabal y mucho menos de vasco pues su nombre real era Juan Álvarez Méndez y era de Chiclana de la Frontera. Lo del Cambio de Méndez por Mendizabal daría para mucho; pero eso es ya otra historia.


En 1841, tras la finalización de la primera Guerra Carlista los monjes tienen que abandonar de nuevo el monasterio; esta vez será definitiva pues con la desamortización llevada a cabo ese año por Espartero se venden los terrenos de las huertas y comienza el derribo de parte de las instalaciones.


Años después, en 1857 los terrenos del monasterio serán atravesados por una carretera, la actual N-634.
Entre finales del S.XIX y principios del XX continúan los derribos, entre ellos el de las paredes del claustro cuya piedra será utilizada en la construcción de la línea del ferrocarril, así como en la construcción de diversas edificaciones, entre ellas la conocida en Deba como "Casa del frontón".


Esta es la triste historia de uno de los conventos más antiguos de Gipuzkoa. Triste no por su pasado, sino por su desgraciado presente. Para terminar quisiera hacerlo con las mismas palabras del inicio de este artículo; las del gran arquitecto y humanista suizo Alfred Baeschlin:


“Los bellos monumentos, legados del pasado, se van uno tras otro. Se mueren. Sin agonía, sin que nos demos cuenta de la proximidad del fin brutal. Como ya los hemos conocido viejos, agrietados y decaídos, nos parece que han de durar siempre”.

             CONCLUSIÓN, EJEMPLO Y REFLEXIÓN

En la visita guiada a Sasiola había cuatro debarras cuyas familias procedían de la localidad palentina de Cevico Navero. He de decir que en Deba residen numerosas personas procedentes de esa localidad palentina.
Durante el camino de regreso, una de ellas me comentó lo que el Grupo Siro, uno de los mayores grupos empresariales de España del sector de la alimentación, había realizado en aquella localidad palentina.

Quedé subyugado por lo que se me contó y al llegar a casa me interesé por informarme detalladamente acerca de lo que había escuchado.

Hasta el año 2007, a dos kilometros de Cevico Navero existían una ruinas de un antiguo monasterio con 1000 años de antigüedad: el monasterio de San Pelayo de Cerrato.


Fotografía de las ruinas del monasterio de San Pelayo de Cerrato
antes de su reconstrucción en 2007.
  
Ese año de 2007, la Fundación Grupo Siro comenzó un riguroso proyecto re recuperación de lo que fue el Monasterio Premostratense de San Pelayo de Cerrato con el objetivo de recuperar aquellas ruinas y crear un espacio acorde con la dignidad histórica del monumento, convirtiéndolo en un maravilloso espacio para uso cultural y social.

Hoy día, San Pelayo de Cerrato es un monumento único, y sede de la Fundación Grupo Siro. Según leo en la página web del Grupo, "el Monasterio de San Pelayo ha sido rehabilitado por empresas locales de cantería, ebanistería, talleres de forja... todos ellos oficios tradicionales, entendiendo la protección del patrimonio desde el origen".


La fotografía muestra el monasterio de San Pelayo de Cerrato,
ya restaurado. Actualmente es sede de la Fundación Grupo Siro.

Verdaderamente me parece algo realmente maravilloso lo realizado por este grupo empresarial castellano-leonés; todo un ejemplo para otras muchas empresas, máxime en un país con un rico legado histórico-arquitectónico que va por desgracia desmoronándose día a día.
En realidad siento cierta envidia por no tener cerca un Grupo Siro. Siento envidia porque veo un gran paralelismo histórico entre los dos monasterios, el de San Pelayo de Cerrato y el de San Francisco de Sasiola. En este caso los de Cevico Navero tuvieron más suerte que los de Deba.De hoy en adelante, cuando haga la compra de la semana procuraré apostar por marcas como Galletas Siro, Pastas Ardilla o Pastas Reglero; será mi sencillo reconocimiento a quien sabe apostar por la cultura.